Ciudad del Vaticano, 22 de diciembre de 2020 (Agencias).- La Santa Sede zanjó este lunes la polémica sobre las vacunas contra el coronavirus con una Nota de la Congregación para la Doctrina de la Fe firmada por su prefecto, el cardenal Luis Ladaria, y examinada y aprobada por el Papa Francisco.
Opiniones diferentes y contradictorias
La Nota sobre la moralidad del uso de algunas vacunas contra la Covid-19 responde a las peticiones al dicasterio de que mostrase su opinión sobre el uso de algunas vacunas contra el virus SARS-CoV-2, causante de la Covid-19. En particular, aquellas “desarrolladas recurriendo, en el proceso de investigación y producción, a líneas celulares que provienen de tejidos obtenidos de dos abortos ocurridos en el siglo pasado”.
Al mismo tiempo, se trata de resolver la perplejidad de los fieles ante declaraciones de obispos, asociaciones católicas y expertos “diferentes entre sí y a veces contradictorias”.
Una doctrina ya establecida
En realidad la cuestión ya estaba resuelta desde hace años, como recordó en septiembre el obispo de San Sebastián, José Ignacio Munilla, en una entrevista concedida a Religión en Libertad.
Monseñor Munilla citaba entonces los dos documentos a los que hace referencia el cardenal Ladaria: el pronunciamiento de la Pontificia Academia para la Vida titulado Reflexiones morales acerca de las vacunas preparadas a partir de células procedentes de fetos humanos abortados (2005) y la instrucción de la propia Congregación para la Doctrina de la Fe Dignitas Personae (2008) (cf. nn. 34 y 35).
“Moralmente aceptable”
En el posicionamiento de este 21 de diciembre, la Santa Sede aclara que no juzga “la seguridad y eficacia de estas vacunas, aun siendo éticamente relevante y necesario, porque su evaluación es competencia de los investigadores biomédicos y las agencias para los medicamentos”, y solamente se refiere a aquellas que se han desarrollado “con líneas celulares procedentes de tejidos obtenidos de dos fetos abortados no espontáneamente”.
En este sentido, el pronunciamiento es claro: cuando, por las razones que sean, “no estén disponibles vacunas Covid-19 éticamente irreprochables, es moralmente aceptable utilizar las vacunas contra la Covid-19 que han utilizado líneas celulares de fetos abortados en su proceso de investigación y producción”.
La razón para la licitud es que la cooperación al mal del aborto del que proceden dichas líneas celulares es “material” (es decir, sin aprobación interna de ese aborto, ni siquiera como medio para lograr la vacuna), “pasiva” y “remota” y existe un “peligro grave” de propagación del virus.
Se mantiene el rechazo al aborto
“Sin embargo”, aclara el prefecto de la Doctrina de la Fe, “el uso moralmente lícito de este tipo de vacunas, debido a las condiciones especiales que lo posibilitan, no puede constituir en sí mismo una legitimación, ni siquiera indirecta, de la práctica del aborto, y presupone la oposición a esta práctica por parte de quienes recurren a estas vacunas”. En efecto, si quien recurre a la vacuna aprueba el aborto del que proceden, su cooperación al mal ya no sería puramente material, sino formal, esto es, intencional.
Es más, “el uso lícito de esas vacunas no implica ni debe implicar en modo alguno la aprobación moral del uso de líneas celulares procedentes de fetos abortados”, y el documento pide a gobiernos y empresas que “produzcan, aprueben, distribuyan y ofrezcan vacunas éticamente aceptables que no creen problemas de conciencia, ni al personal sanitario ni a los propios vacunados”.
La vacuna debe ser voluntaria
Otro punto importante que afirma el cardenal Ladaria es que “la vacunación no es, por regla general, una obligación moral y que, por lo tanto, la vacunación debe ser voluntaria”.
La Santa Sede pide en cualquier caso a los fieles que tengan en cuenta no solo el deber de proteger la propia salud, sino también el de contribuir al bien común, el cual, “a falta de otros medios para detener o incluso prevenir la epidemia, puede hacer recomendable la vacunación, especialmente para proteger a los más débiles y más expuestos”.
Por último, la Nota pide a los organismos internacionales, a los gobiernos y a la industria farmacéutica que garanticen la accesibilidad de vacunas éticamente aceptables “también a los países más pobres y sin un coste excesivo para ellos”.